Viviendo con Donald

 

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La victoria de Donald Trump ha generado muchas reacciones en las capitales europeas, desde la sorpresa, pasando por la alegría de algunos, hasta el estupor. Muchos han sido también los análisis y las explicaciones que han intentado que comprendamos mejor un resultado que no era el esperado, y sobre el que las encuestas han fallado estrepitosamente. Para los europeos es difícil entender los movimientos y los cambios que se están produciendo en la sociedad estadounidense. Se ha hablado de raza, de sexo, de edad, de clase social y de distribución geográfica para intentar explicar esta victoria. De todas ellas, el análisis más interesante es el relacionado con la globalización.

Los estadounidenses blancos de clase media y trabajadora han sido muy golpeados por la Gran Recesión. La deslocalización de las grandes industrias, que se han asentado en mercados donde los precios son más competitivos, ha dejado a una masa de trabajadores en paro y sin expectativas de futuro.

Muchos de estos trabajadores recelan de las políticas aperturistas y tolerantes de Barack Obama. Se oponen a la inmigración y a la acogida de refugiados por miedo a perder sus trabajos, y se agarran a un sentimiento nacionalista para reafirmar sus convicciones. Sienten además un profundo rencor contra las élites económicas del país, a las que culpan de su situación.

Este análisis también puede relacionarse con la victoria del Brexit en el Reino Unido, un resultado asimismo inesperado. El mensaje es sencillo: “retomemos el control” clamaba Boris Johnson en los debates previos al referéndum. “Construyamos un muro, hagamos a América grande de nuevo” afirmaba Donald Trump sin tapujos. “Votadme, no tenéis nada que perder”. Sin entrar a valorar lo histriónico y polémico de su persona, Trump ha conseguido representar ese resentimiento contra el establishment. Y también ha despertado las esperanzas de estos votantes que, en efecto, pueden llegar a sentir que no tienen nada que perder, que el sistema no tiene nada más que ofrecerles.

Los recelos sobre la globalización son legítimos. Lo hemos visto en Europa en los últimos meses, con la firme posición que ha mostrado la región de Valonia en las negociaciones del tratado de libre comercio con Canadá, o las manifestaciones que se han visto por toda Europa en contra del TTIP. Los efectos que pueden tener estos tratados sobre las condiciones laborales de los trabajadores europeos o sobre sus consecuencias medioambientales son cuestiones que deben estar presentes en el debate. No obstante, el auge de la xenofobia o el cierre de fronteras no van a solucionar estos problemas, sino más bien los agravarán. El cambio climático, por ejemplo, sólo se puede combatir si los Estados cooperan, si comparten objetivos, si tienen una visión global del problema. El aislacionismo y el odio no pueden ser la salida.

El resultado de las elecciones estadounidenses, junto con la futura salida del Reino Unido de la UE y otros ejemplos, como las elecciones presidenciales austriacas, confirman el vaticinio de muchos expertos. Nos estamos adentrando en un nuevo clash cultural, que tiene como protagonista a la globalización y a sus consecuencias. Se ha creado un nuevo conflicto ideológico a ambos lados del Atlántico, el que enfrenta por un lado a los defensores de sociedades abiertas al mundo con aquellos que propugnan sociedades cerradas, proteccionistas y en muchos casos contrarias a la diversidad cultural. Es en este segundo bando donde se encuentra Donald Trump, y su nacionalismo populista.

¿Qué puede hacer la Unión europea ante este nuevo escenario? Para empezar reafirmar su voluntad de integración. Los líderes europeos deben defender propuestas audaces y realistas que profundicen la integración en materias como la defensa, la lucha contra el cambio climático, la política exterior o la creación de oportunidades para los jóvenes. Y deben tener presentes ahora más que nunca los valores fundamentales de la Unión. El proyecto europeo siempre se basó en la tolerancia, la solidaridad y el respeto a las diferencias culturales. La crisis de refugiados ha puesto en cuestión estos valores. Las sociedades europeas deben ser capaces de progresar en su integración, y de aprovechar las ventajas de la globalización, sin que esto suponga un aumento de la intolerancia o el odio, o una desprotección de sus clases trabajadoras.

El reto es enorme, y para superarlo serán necesarias altas dosis de habilidad política y de convicción. El discurso populista y xenófobo debe ser combatido con ideas, propuestas y a través de un debate cargado de contenido ético.

Los populistas se han cobrado ya dos importantísimas victorias, y este año pueden consolidar su triunfo en las elecciones presidenciales francesas. No hemos sido capaces de percibir los peligros de su discurso hasta que no hemos visto a uno de sus principales valedores entrando en la Casa Blanca. Esta va a ser la disyuntiva que marque los próximos años y quizás las próximas décadas de nuestras vidas.

Pese a lo incierto del resultado, existen motivos para la esperanza. Ni el Brexit ni Donald Trump fueron las opciones mayoritarias entre los votantes jóvenes.

Hillary Clinton dio un discurso de concesión sosegado y solemne. Ha cometido errores en esta campaña. Muchos se han lamentado de que no haya sido capaz de romper ese último techo de cristal para las mujeres. Sin embargo, es de justicia reconocer que Clinton ya ha hecho historia, ya ha roto varios techos de cristal. Es la primera mujer que ha conseguido ser candidata a la Presidencia de Estados Unidos por uno de los dos principales partidos. Y es la primera mujer en la historia que ha ganado el voto popular en unas elecciones presidenciales en ese país. Sus defectos no deben ensombrecer lo que sin duda es una trayectoria cargada de logros.

En sus palabras dando las gracias a los que la apoyaron y reconociendo su derrota, la ex secretaria de Estado hizo a los jóvenes una última petición inspiradora: “esta derrota duele, pero por favor, nunca dejéis de creer que luchar por lo que es justo merece la pena”. Ella ya ha dejado su marca en la historia. Ahora es el momento de estar a la altura, y de empezar a dejar la nuestra.

About the author:

Nicolás - Author at Spotlight Europe

Nicolás (19) is member of the Youth Council of the Future. He participated in the “My Europe” workshop in Madrid in 2013.

Regionalisation: Chance for Europe

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Catalan people demonstrate for an independence referendum in Barcelona / September 2014 (Flickr:Joan Campderrós-i-Canas/licensed under CC BY 2.0)

The idea of Europe as a unified and prosperous continent, particularly in light of the devastating financial crisis and recent election results, cannot be considered to sustain itself anymore. Especially young adults have expressed their disappointment and disillusionment with current political processes.

The European South is hit by soaring youth unemployment; economies are at the brink of collapsing; and while the political establishment preaches the end of the crisis and the dawn of economic recovery, people are steadily losing their trust in European institutions and the Euro as our common currency. It can be of no surprise that in these challenging times, people turn to what they know and understand best: their region. They can hardly be blamed.

It needs to be noted that the trend towards greater identification with regional communities is not necessarily a step away from Europe. Both the Scottish and Catalan independence movements, for example, stressed that they see themselves as part of the European Union, yet as independent countries with all the sovereign rights associated with the status.

The youth does not want borders

Young people of this day and age do not identify with overly nationalist notions anyways. A Europe made up of borders is inconceivable to them. In an increasingly globalized world, however, they have developed an acute sense for regional cultural heritage, for a feeling of belonging that exists outside of the normative political and economic structures.

We need to respect this desire for stronger regional identity and greater self-determination, especially when European integration is increasingly perceived among people as an imposition.

The drawing of new borders, however, cannot be the answer. The close cooperation of European states has benefitted all. A return to nation states will only reproduce the problems that brought them together in the first place. What Europe needs are new impulses, creative ideas, and a greater political will to finish what was started more than 60 years ago.

A new dawn for Europe?

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Is the future of Europe one of regional identity? (Flickr:Phyllis Buchanan/licensed under CC BY-NC-SA 2.0)

In fact, the altered conditions offer a chance to redefine Europe. The slogan of the European Union “United in Diversity” could finally become symbol for a symbiosis of greater political and economic integration and the respect for cultural diversity. At the moment it too often seems like a hollow phrase.

Now is the time for European institutions to foster what young people across Europe have been fully aware of for quite a while: Europe needs to be a place for all. Being united in diversity requires us to acknowledge that Catalonia is not Transylvania. Both, however, are part of Europe and should be respected as such.

Not just a European question?

The European Union has been a model for other regions of the world. The Union of South American Nations (USAN) is not much unlike the European Community once was, the Eurasian Economic Union (EEU) will be a strong economic competitor in the future. The Association of Southeast Asian Nations (ASEAN) is even a step further as it has moved from purely economic cooperation to showing signs of political integration as well. It may be a utopian perspective of the future, but one day the European Union could be only one of several regional blocs spreading the entire globe. In a century or so these blocs might even start integrating with one another. Should that day ever come, respect for regional diversity will be more important than ever.

As you can see, the issue is one that needs to be discussed. If you are interested, join us tonight (Friday, November 14) for YOUTH ON EUROPE | Regionalisation of the EU. We will broadcast the discussion of MEP Elmar Brok with students of the Youth Council for the Future live on the internet.

 About the author:

MP1Prof. Dr. Manfred Pohl is the Founder and Chairman of Frankfurter Zukunftsrat, the think tank that organises “My Europe”. more…